Discurso Amoris Laetitia
Ser
joven, más que una edad es un estado del corazón. De ahí que una institución
tan antigua como la Iglesia pueda renovarse y volver a ser joven en diversas
etapas de su larguísima historia.
Realidad, en sus momentos más trágicos
siente el llamado a volver a lo esencial del primer amor. Recordando esta
verdad, el Concilio Vaticano II expresaba que rica en un largo pasado, siempre
vivo en ella y marchando hacia la perfección humana en el tiempo y hacia los
objetivos últimos de la historia y de la vida, es la verdadera juventud del
mundo. En ella es posible siempre encontrar a Cristo el compañero y amigo de
los jóvenes.
En el
corazón de la Iglesia resplandece María. Ella es el gran modelo para una
Iglesia joven, que quiere seguir a Cristo con frescura y docilidad. Cuando era
muy joven, recibió el anuncio del ángel y no se privó de hacer preguntas Pero
tenía un alma disponible y dijo: Aquí está la servidora del Señor, me detuve a
mirar la realidad de los jóvenes en el mundo actual. Algunos otros aspectos
aparecerán en los siguientes capítulos. Como ya dije, no pretendo ser
exhaustivo con este análisis. Exhorto a las comunidades a realizar con respeto
y con seriedad un examen de su propia realidad juvenil más cercana, para poder
discernir los caminos pastorales más adecuados. Pero no quiero terminar este
capítulo sin dirigir algunas palabras a cada uno.
¿Cómo
se vive la juventud cuando nos dejamos iluminar y transformar por el gran
anuncio del Evangelio? Es importante hacerse esta pregunta, porque la juventud,
más que un orgullo, es un regalo de Dios: Ser joven es una gracia, una fortuna.
Es un don que podemos malgastar inútilmente, o bien podemos recibirlo
agradecidos y vivirlo con plenitud.
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